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Oferta y demanda en época de crisis

  • Foto del escritor: Emilio Massa
    Emilio Massa
  • 26 mar 2020
  • 4 Min. de lectura


El año 2020 se inició con unas expectativas de crecimiento mundial bastante optimistas, aportando por un crecimiento de la economía mundial del 3.3%.

A pesar del brote de Coronavirus en China en el mes de Diciembre, nadie esperaba el impacto y la onda expansiva que repercutiría al resto del mundo, y lógicamente a sus economías.


¿Y ahora qué va a suceder?


Lamentablemente ninguno tenemos una bola de cristal para predecir el futuro. No sabemos cuanto durará este nuevo escenario, ni las repercusiones, no solo económicas, sino culturales y sociales.


Día tras día, vemos como el virus va azotando a distintos países con una ferocidad inimaginable, y poco a poco los países van reduciendo a la mínima expresión su actividad económica.


El virus en sí será transitorio, alcanzará un pico y luego disminuirá, aunque es imposible predecir cuándo. Pero el efecto secundario de una combinación de diferentes respuestas políticas venidas de diferentes países ha producido un impacto económico global que no se ha visto desde la crisis del petróleo de la década de 1970. Esto se debe a que abarca simultáneamente tanto la dislocación para el suministro de bienes y servicios como una fuerte reducción en la actividad del consumidor, lo que obviamente ha tenido mayor impacto en los sectores de viajes, eventos y ocio.


La oferta y la demanda van a experimentar cambios bruscos por diversos motivos:


- La oferta de ciertos productos/servicios es muy reducida e incluso inexistente, por lo tanto, hasta que se reactive la generación de los mismos, llevará tiempo estabilizar la oferta.


- En otros casos hay oferta de productos/servicios pero en la situación actual no hay consumo suficiente para dar funcionalidad al ciclo de consumo.


- Los recursos económicos del consumidor se van a ver mermados ante situaciones de ERTES, o autónomos que dejan de ingresar al ver como sus actividades se han visto interrumpidas de manera indefinida.


- El mercado va a sufrir un antes y un después, y no sabemos ni cómo ni durante cuanto tiempo, el modelo de consumo se va a ver afectado y modificado.


- El empleo será una de las variables principales, teniendo en cuenta que antes de esta crisis, en España contábamos con la friolera tasa de 3.2 millones de parados.


- Los oportunistas que en época de crisis tratan de aprovechar la circunstancia para beneficiarse.

Si introducimos estos factores en una coctelera, es resultado puede resultar bastante impactante. Durante estos días de confinamiento, gran parte de los sectores han visto han visto mermada su actividad productiva e incluyo detenida, a excepción de aquellos sectores de primera necesidad que continúan sin cesar dando servicio a la población.


Centrándome en aquellos sectores que tienen una actividad reducida o interrumpida, son los que más incertidumbre me generan. En gran parte de los casos, aferrados a ERTES y a las ayudas gubernamentales que les pueda mantener durante este periodo.


Pero ¿qué sucederá cuando esto termine y se reanude la actividad?


Pienso que sufriremos una situación de caos. Todos querremos restaurar la “normalidad” lo antes posible, con el objetivo recuperar el tiempo y los beneficios perdidos. Pero esto no será posible, ya que la oferta será reducida, y la demanda muy grande. La consecuencia, un incremento considerable de precios de venta, que no todos los consumidores podrán asumir.


El retorno a la normalidad ha de hacerse de manera escalonada, no podemos pretender pasar de un día a otro como si no hubiese pasado nada.


También tendremos que ver que sucede con la multitud de ERTES que se están ejecutando. Regresarán todos los empleados a sus puestos de trabajo, o bien se aprovechará para hacer reajustes de plantilla. De ser así, sumado a la reducción de ingresos a consecuencia de los ERTES, la capacidad económica del consumidor final se verá muy mermada, y en consecuencia su consumo se reducirá considerablemente.


Por lo tanto todos los esfuerzos y prisas por parte de los productores serán en vano, ya que lograrán reestablecer la producción generando oferta, pero con poca demanda, llegando a reducir sus precios y sus rentabilidades teniendo en cuenta que para producir previamente habían tenido que adquirir materias primas/servicios a mayor coste.


El desempleo también generará tanto un descenso de consumo como de producción. El consumo, lógicamente, si hay menos ingresos por desempleo, desencadena un menor consumo. Pero paralelamente, la reducción de puestos de trabajo, conlleva una merma en la producción.


Y finalmente los oportunistas, que siempre aparecen en este tipo de situaciones, aprovechando los momentos de necesidad de otros para beneficiarse elevando de manera cruel los precios. Es lógico que todos busquemos rentabilidad, pero los abusos no son buenos para nadie, son muy cortoplacistas, y a medio/largo plazo tienen consecuencias muy negativas.

El panorama tal y como lo he expuesto no es muy alentador. Tenemos que ser conscientes que el presente que estamos viviendo es complicado, pero las consecuencias van a ser graves. Puede llegar a ser tan grave como la crisis económica mundial de principios de la década de 1930 o la escasez de suministros al final de las dos guerras mundiales.


Para ello no tenemos que resignarnos, todo lo contrario, apuesto por una planificación estructurada y progresiva a la hora de reestablecer nuestra actividad económica. Mirando más por el medio/largo plazo que por el corto plazo. No pretendamos recuperar en un mes los ingresos perdidos en dos meses.


Ante las dificultades, siempre aparecen oportunidades de mejora, y ahora más que nunca, hay que apostar por ser profesionales, planificar, reorganizar y tratar de recuperar la velocidad de crucero progresivamente y con solidez. Hay muchos que pueden caer por el camino por su impulsividad e improvisación.
 
 
 

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